Sala de exposiciones del Messepalast, Viena
Rafael Moneo 

Sala de exposiciones del Messepalast, Viena

Rafael Moneo 


El concurso de ideas para la ordenación de la zona del Messepalast en Viena —en un prestigioso em­plazamiento histórico a espaldas del Ring y en el eje del Hofburg marcado por la presencia de las mag­níficas Caballerizas Imperiales del arquitecto tardo- barroco Johann Bernhard Fischer von Erlach— fue una significativa oportunidad de confrontación en­tre algunos de los mejores arquitectos europeos sobre el tema de la arquitectura museística.

El concurso se presentó en unas condiciones de partida bastante precarias y también muy criticadas. Las autoridades competentes no pudieron avanzar una propuesta de utilización bien definida, por lo que a los participantes se les propuso una lista de posibilidades de uso y se les invitó a presentar tanto un ‘programa de museo’ como una solución arqui­tectónica y urbanística del problema.

El entendimiento de la historia, de lo que fue el pasado de un edificio, es básico para la solución de un proyecto como éste.

El Messepalast es hoy el resultado de diversas intervenciones a lo largo del tiempo, pero la impron­ta de lo que fue el trabajo de un arquitecto tan relevante como Fischer von Erlach está bien presen­te en la fábrica que ha llegado hasta nosotros, y cabría decir que siempre fue término de referencia para las intervenciones posteriores.

Urbanísticamente, este edificio cierra la Maria- Theresienplatz y actúa a modo de contrapunto fren­te a la arquitectura decimonónica de la Ringstrasse. Pero mantiene su autonomía, y no es exagerado decir que vive al margen de los valiosos episodios urbanos de su entorno.

Como ocurre con frecuencia en edificios tan característicos para la ciudad como éste, en el Messepalast se encuentra reflejada toda la historia urba­na de Viena.

El modo en que el edificio quedó subdividido durante el siglo XIX condujo a densificarlo e intro­dujo en él simetrías que, aunque originadas en la arquitectura de Fischer von Erlach, eran poco respetuosas para la fábrica en su conjunto.

Desentrañar la complejidad de un edificio como éste y actuar sobre él sin prejuicios, prescindiendo de algunas adiciones que nos parecían menos feli­ces, está por tanto en la base de este proyecto. Las intervenciones propuestas harán posible una nueva lectura y un nuevo uso del edificio, del que se pretenden conservar los que se juzgan como sus rasgos formales más valiosos.

Así se explica el hecho de que se proponga limpiar el edificio de todos los añadidos de este siglo que desvirtuaban el patio longitudinal proyectado por Fischer von Erlach, al tiempo que se retrotrae a su forma original el espacio exterior en figura de exedra, que procede de la segunda mitad del siglo XIX.

Estas decisiones —que suponen, como queda implícito en los puntos anteriores, una interpreta­ción tanto del edificio como de la historia— permi­tirán recuperar las bellas proporciones del patio interior y del jardín existentes detrás del edificio, en gran parte construidos en el siglo XIX.

Contemplemos ahora el programa: se requieren locales para diversos museos y una gran sala de exposiciones. El Messepalast debe, por tanto, con­vertirse en un centro cultural con un carácter unitario.

Nada más apropiado para una arquitectura como ésta. Pero, ¿cómo recobrar la pregnancia de la unidad perdida? Liberado el patio interior del primitivo proyecto, la propuesta consiste en cubrir el patio en su totalidad, transformándolo en una plaza desde la que se puede acceder a los distintos museos. La plaza cubierta recupera la condición unitaria de una arquitectura con vocación de tal y que, sin embargo, se había disgregado al correr de los años; la plaza cubierta mantiene la independencia de los distintos museos enfatizando, sin embargo el hecho de que se encuentran bajo un techo común.

Por otra parte, el eje que parte del Hofburg se i refuerza al establecerse una nueva conexión peatonal con la Breitegasse.

La cubierta, elemento clave de esta propuesta, se construiría en acero, y ni que decir tiene que un punto esencial de la misma, formal y constructiva­mente hablando, sería el encuentro de la misma con aquellos edificios que —como ya se ha dicho— se deberían conservarse íntegramente.

La cubierta de vidrio, desde el exterior, desde la Maria-Theresienplatz, actúa como telón de fondo y remite a los diversos momentos de la vida de un edificio que comienza con la construcción de la fachada de Fischer von Erlach.

Al mismo tiempo, esta fachada se alza como un símbolo del centro museístico creado y dota de coherencia y de la debida continuidad a las distintas construcciones que lo componen. La unidad que tan claramente se manifiesta en el interior del edificio se deja ver también en el perfil de la ciudad...[+]


Cliente Client

Ayuntamiento de Viena Vienna City Hall.

Colaboradores Collaborators

Stanley Allen y Felix Wettstein.