Edificio Larkin, Buffalo
Frank Lloyd Wright 

Edificio Larkin, Buffalo

Frank Lloyd Wright 


El edificio Larkin es una de las obras míticas de la arquitectura moderna. Parte del mito se debe a las radicales innovaciones que incluía, tanto en su composición formal como en sus soluciones funcionales y técnicas; pero el mito se consolidó cuando fue derribado en 1950.

Para Wright, éste fue su primer edificio de carácter comercial. La compañía Larkin se dedicaba a la fabricación de jabones y a su venta por correo, y sus dirigentes estaban convencidos de que los empleados eran mucho más felices y eficientes en un ambiente limpio, luminoso, aireado y bello. En perfecta sintonía con estas visiones por entonces progresistas, Wright concibió una arquitectura que provocaba en la empresa un sentido de ‘familia’, y en cuyos espacios todos trabajaban juntos, sin oficinas privadas ni espacios aislados.

Esta concepción se concretaba en una distribución interior dominada por un gran atrio central iluminado por un lucernario y rodeado por cuatro pisos de balconadas abiertas. La actividad laboral se desarrollaba así en un espacio fluido en planta y sección, mientras que las dependencias auxiliares se agrupaban en un bloque lateral situado al otro lado del vestíbulo de entrada. También las escaleras se segregaban del atrio central, ocupando las cuatro torres de esquina, en un claro antecedente de la distinción entre espacios servidores y servidos.

Frente a este interior abierto y airoso, el exterior presentaba un aspecto hermético y grave. Una serie de potentes masas prismáticas componían una imponente volumetría que el propio Wright entendía como un «simple acantilado de ladrillo». El único contrapunto ornamental a esta austeridad eran los altos pilares situados en los extremos del atrio, coronados con esculturas de aire iluminista.

En la misma línea que inspiraba la distribución funcional del edificio, Wright introdujo también numerosas novedades constructivas y tecnológicas. El emplazamiento, en una zona ferroviaria de aire viciado, le llevó a diseñar un sistema de acondicionamiento que limpiaba y calentaba el aire con un control limitado de la humedad; sólo en 1909 se añadió una auténtica refrigeración. Además de esto, el edificio contaba con puertas de vidrio; pavimentos de magnesita (un tipo de cemento muy silencioso y a prueba de incendios); y muebles de oficina y archivadores metálicos.

Todo ello resultó demasiado novedoso para los críticos norteamericanos, por lo que Wright se defendió diciendo que el Larkin tenía tanto derecho a ser considerado «una ‘obra de arte’ como un transatlántico, una locomotora o un barco de guerra»…[+]


Apertura
Friso decorativo de la última planta del atrio central.

Fotos
Fundación Frank Lloyd Wright.