Casa Kaufmann, Mill Run
Frank Lloyd Wright 

Casa Kaufmann, Mill Run

Frank Lloyd Wright 


Edgar J. Kaufmann era el propietario de unos prósperos almacenes de Pittsburgh. Su hijo trabajaba como aprendiz de Wright en la hermandad de Taliesin, y convenció a su padre para que financiase la maqueta de la ciudad modelo de Broadacre para una exposición que recorrería todo el país. Cuando Wright y Kaufmann padre se conocieron, el flechazo fue instantáneo; visitaron la cabaña que el magnate tenía en un bosque de Pensilvania, y a los pocos días Wright ya había concebido la que es sin duda una de las obras maestras de la arquitectura residencial (véase A&V 12). 

Después de tantos años investigando cómo construir casas más baratas para el norteamericano medio, Wright —casi sin trabajo por entonces— se encontró de pronto con un encargo singular para un cliente adinerado. El emplazamiento contribuyó decisivamente a la singularidad de la solución: el edificio había de situarse justamente encima de un salto de agua donde su cliente solía descansar. De ahí viene el célebre sobrenombre de ‘casa de la cascada’ por el que se la conoce en castellano.

La principal obsesión de Wright en este proyecto era la fusión del hombre y la naturaleza. Para conseguir su objetivo no escatimó medios, ni imaginativos ni tecnológicos. Así, la casa parece surgir directamente de las rocas que bordean el arroyo; sus terrazas evocan los grandes bloques pétreos caídos al pie de la cascada; y texturas y colores reproducen los de la piedra y el follaje del lugar.

El conjunto gira en tomo a un poderoso núcleo de piedra que alberga las chimeneas y las escaleras en la parte posterior del terreno. De este elemento surgen dos bandejas horizontales superpuestas, con terrazas delimitadas por parapetos sorprendentemente bajos. De ellas, la inferior —colocada en paralelo a la corriente— contiene el gran salón y vuela sobre la propia cascada, apoyándose para ello en tres muros transversales prácticamente invisibles desde el exterior. La segunda bandeja, perpendicular a la primera, sobresale aún más, ofreciendo a quien se asoma a ella la vertiginosa sensación del estar flotando en medio del bosque.

El cálculo y la realización de los enormes voladizos fue una fuente de problemas: los ingenieros aseguraron en varias ocasiones que no podría sostenerse, y los obreros se negaron a quitar los andamiajes. Ni siquiera hoy sería posible conseguir la licencia para levantar una estructura semejante.

En 1963 el edificio fue donado al departamento de conservación del patrimonio del estado de Pensilvania, y hoy es uno de los 17 edificios de Wright protegidos por el AIA…[+]


Apertura
Vista nocturna desde la terraza superior.

Fotos
Ezra Stoller, Paul Rocheleau.