Opinión 

¿Experimental o aspiracional?

Luis Fernández-Galiano 
31/10/2020


La casa puede ser laboratorio de innovación, pero también teatro de los sueños. Buena parte de las residencias que se reproducen en las publicaciones generalistas tienen este último carácter, porque presentan escenarios inalcanzables con los que sólo cabe fantasear, y corresponden al tipo de productos que en marketing se denominan aspiracionales, porque dan forma a las aspiraciones económicas y de estatus albergadas por quienes se hallan muy lejos de poder satisfacerlas. Una revista profesional y cultural como ésta, sin embargo, no puede abordar el ámbito doméstico sino como un territorio de ensayo y experimento donde poner a prueba ideas y formas que puedan extenderse a otros empeños, y también donde examinar el comportamiento de materiales y técnicas susceptibles de más amplio uso: la casa como manifiesto estético e intelectual, y la casa como laboratorio de innovación constructiva.

Hace medio siglo, Alejandro de la Sota repetía a los que fuimos sus alumnos que el proyecto de la casa sólo es éticamente aceptable si se emplea como banco de ensayo para encargos de naturaleza colectiva, porque el tiempo y el talento del arquitecto no pueden despilfarrarse dando forma a los gustos y deseos del cliente individual; hoy, transformada radicalmente la profesión, las objeciones a la vivienda unifamiliar provienen más bien del modelo urbano al que inevitablemente se asocia, la ciudad dispersa inseparable del automóvil que sabemos ecológicamente insostenible e incompatible en cualquier estrategia de atenuación del cambio climático. Si continuamos construyendo y publicando casas, que sea únicamente porque han permitido, con su diseño y sus detalles, ampliar las fronteras de la arquitectura privilegiando siempre la imaginación creativa sobre la mera fantasía onírica.

Para servir de complemento o contrapeso a la vocación experimental y a la naturaleza cosmopolita del conjunto de casas que se publican, este número doble se abre con una selección de textos e imágenes que exploran ocho elementos intemporales de la casa — hogar, sala, alcoba, baño, cocina, comedor, taller, jardín— y lo hacen utilizando sólo obras de escritores y artistas españoles. Tal prólogo literario y gráfico no persigue subrayar continuidades antropológicas o identidades culturales, sino recordar que la innovación técnica o formal necesita el humus fértil de la experiencia acumulada, y que la globalización contemporánea de la arquitectura no excluye el diálogo inteligente con las singularidades del lugar. Los mejores proyectos miran hacia adelante sin perder de vista el retrovisor, y son tanto locales como universales: tienen los pies en la tierra y la cabeza en el cielo; pero no en las nubes. 

Guillermo Pérez Villalta, Grupo de artistas en una terraza, 1975 (fragmento)


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