Cerca de las ruinas de un viejo faro, con acceso directo desde el único camino que conecta las caletas norte y sur de la isla, la posición girada sobre el cerro del pabellón diluye cualquier referencia cardinal, evitando la controvertida distinción entre los dos ‘sectores’ de la comunidad isleña. La suave pendiente hacia el oeste toca la pieza horizontal en dos esquinas. Este terreno inclinado define un acceso doble a un podio elevado. La aproximación en diagonal al pabellón establece un circuito con las ruinas en lo alto del cerro. Dado el fuerte viento, el formato de la pieza permite confinar un patio protegido, rodeado por dos galerías multiuso en forma de L que se pueden extender al patio central mediante paneles correderos de vidrio y acero. Los accesos de las dos esquinas están simétricamente segmentados por una abertura puntual en el techo. En las otras dos esquinas la abertura se alinea con el muro perimetral. Toda la construcción es una estructura monolítica de hormigón armado; una atemporal presencia gris en un pintoresco campo verde. Este mundo interior del pabellón, el primer lugar de la isla de ‘utilidad sin fin’, podrá ser entendido literal y fenomenológicamente como una isla dentro de una isla; una forma voluntaria de enajenación, tanto esperanza como ausencia para sus modestos habitantes.